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lunes, 29 de septiembre de 2014

Vía Verde de las Terras de l'Ebre



El 17 de septiembre de 1973 se cerró definitivamente la vía de ferrocarril que comunicaba Alcañiz con Tortosa para dar salida al mar a los productos aragoneses. Esta vía férrea del Valle de Zafán, que cubría 110 kilómetros entre las tierras turolenses y la localidad tarraconense de Tortosa dio servicio durante 31 años (comenzó 1942) si bien sus obras comenzaron muchos años antes, en 1882.
Hoy ya no están los viejos raíles, en su lugar se ha acondicionado una fantástica vía verde transitada por senderistas y ciclistas. También jinetes. Desde personas que acometen el trazado íntegro, hasta visitantes y familias que se acercan simplemente a dar un paseo y disfrutar de alguna de sus etapas, ya que al ser una vía tan larga, está dividida en varios tramos.




Entre el llano y la montaña se abre paso esta vía verde que, en la provincia de Tarragona, recorre los bellos paisajes del parque natural dels Ports, en la Terra Alta, y del Baix Ebre, llegando, gracias a una reciente prolongación, hasta el parque natural del Delta de l’Ebre. Tres tramos y dos parques naturales, a los que unir un par de tramos más en la provincia de Teruel.


El paisaje está marcado en su primera parte por el sello inconfundible de las agrestes montañas de Els Ports, dominio de las cabras montesas, y una segunda mitad por terreno mucho más horizontal, atravesando el vergel que crece a orillas del río Ebro, curso fluvial que es el protagonista del último trecho de la vía. Las montañas de Els Ports son una barrera natural que posibilita un clima idóneo, junto a la fertilidad del Ebro, en el que crecen frutales y cítricos por doquier.


La ruta está jalonada de puentes, túneles, acueductos, antiguas estaciones reconstruidas como la de Aldover, con servicio de restauración, y enclaves de parada obligada como el Centro de interpretación del río Ebro, en Xerta, o el centro de visitantes del parque natural dels Ports, en Roquetes.


A falta de acondicionar el tramo inicial entre Alcañiz (km. 95,5) y Valdealgorfa, la ruta propiamente dicha comienza en la estación de Valdealgorfa (km. 83) y va pasando sucesivamente por la estación de Valjunquera (Valljunquera) (km. 77), la estación de Valdeltormo (km. 71,7), la estación de Torre del Compte (km. 66,7), la estación de Valderrobles (Vall de Roures) (km. 57,7) y la estación de Cretas (km. 55,3), todas en el tramo aragonés, y ya en la provincia de Tarragona: la estación de Arnés – Lledó (km. 49), la estación de Horta de Sant Joan (km. 44), la estación de Bot (km.35,4), la estación de Prat del Comte (km. 30,5), Fontcalda (km. 30), la estación de Pinell de Brai (km. 25,5), la estación de Benifallet (km. 21), la estación de Xerta (km, 13), la estación de Aldover (km.7,8), la estación de Roquetes (km. 2,6) y finalmente Tortosa (km.0).





En su tramo aragonés la vía verde transita sobre los 400-600 metros de altitud hasta Valderrobles, donde comienza un suave y prolongado descenso hasta Tortosa cruzando Terra Alta (estación Arnes-Lledó a Estación Benifallet) y penetrando en el llano del Baix Ebre en compañía del Ebro desde Benifallet hasta Tortosa. Desde Tortosa es posible llegar hasta la desembocadura del gran río siguiendo el trazado del Camino Natural de Tortosa a Deltebre y Riumar, abriéndose paso entre los campos de arrozales y el vuelo de infinidad de aves. En total 150 kilómetros de gran belleza y aptos para todo el mundo con las montañas de Els Ports y el río Ebro como fieles compañero de viaje. Un viaje que huele a sierra, a aire puro, a azahar y también a mar. Otra de las magníficas experiencias en la naturaleza de Cataluña.

sábado, 27 de septiembre de 2014

Sierra de Montsant, caprichos calcáreos



Bajo la mirada del halcón peregrino y el águila real, se abre paso por estas montañas el río Montsant, el principal curso de agua del parque natural de la Sierra de Montsant (Tarragona). Fluye limpio y cristalino, entre multitud de pozas, nutrido a partir del aporte de pequeños manantiales y la escorrentía de las lluvias, cuando caen, ayudan a disolver la roca caliza en un proceso iniciado hace miles de años y que a diario modelan no sólo el agua sino el viento y otros agentes. Es el karst, un proceso de erosión en el que la roca se disuelve lentamente y adquiere formas caprichosas.


En las partes altas de esta sierra del centro de Tarragona existen magníficos ejemplos de este proceso geológico. Los mejores lugares para observarlos están en la Serra Major, especialmente en su vertiente oriental, donde se levantan roquedos a modo de imponentes contrafuertes, y en la parte norte en parajes como por ejemplo el caos de bloques de roca donde se ubica la ermita de Sant Bartomeu (Ulldemolins), en uno de los enclaves más bellos y singulares de la sierra, un cañón formado por el río Montsant (desfiladero de Fragerau) en medio de un paisaje de enormes riscos redondeados, que asemejan grandes montones de barro gris secado al sol. Una ruta de 9 kilómetros y dificultad media conduce hasta el paraje. Si vais con niños acostumbrados a caminar (y no muy pequeños), un puente colgante y el atravesar una cueva, son dos alicientes del recorrido hasta la ermita.


Un fácil contacto con los roquedos, y para todas las edades, lo tendremos desde La Morera de Montsant, donde se ubica el centro de visitantes del parque natural. La terraza del centro sirve de mirador sobre los roquedos de la Serra Major y justo encima del centro, tras 10 minutos de fácil subida por senda, se encuentra el mirador del Torró, con panorámicas aún más generosas.
En el centro podéis informaros y saber más sobre la sierra, así como los diferentes senderos y rutas para conocer sus principales enclaves. Hay una serie de itinerarios destinados a conocer la flora submediterránea y mediterránea de estas montañas: Pinos y robles en Fontalba (Ulldemolins, 3km; 1h.), Matorral de los Rogerets (La Viella Baixa; 2 km. 45 min.), Arbustos y viñas (Scala Dei; 4,2 km. 1h. 15 min.), Robledal de umbría (Albarca; 2 km. 45 min.), las Umbrías de la hoja (Cabacés; 6,2 km. 2h.), Mosaico forestal en Sant Blai (La Morera de Montsant; 4,8 km. 1h.45 min.) y la Vegetación de ribera en el río Montsant (Margalef; 6,2 km. 2h.). Son rutas que van desde los 45 minutos hasta las 2 horas.


Durante estas rutas caminaremos entre encinas, robledales, pinos, coscojas, romeros, lavandas, lentiscos, jaras, brezos, boj, etc.; entre riscos, gargantas y barrancos que forman los principales paisajes del parque. Veremos también los roquedos e incluso podemos toparnos con alguna de las cabras montesas que habitan estos riscos aunque durante la marcha por algunos de los múltiples senderos del parque más fácil sea toparnos con un habitante mucho más pequeño y torpe que las grandes cabras: la tortuga mediterránea (Testudo hermanni hermanni). El yacimiento neolítico de l’Abric del Filador, en Margalef de Montsant, es la prueba de que hace miles de años este reptil terrestre ya habita la sierra. Gracias a un programa de reintroducción de la especie (Departament d’Agricultura, Ramaderia, Pesca, Alimentació i Medi Natural, en colaboración con el Centre de Recuperació d’Amfibis i Rèptils de Catalunya) hoy habitan estas montañas unas 2.000 tortugas mediterráneas, una de las mayores poblaciones catalanas.



El halcón peregrino y el águila real son dos de los señores alados del cielo de Montsant, a los que se unen el águila perdicera y el búho real, si bien las aves que a buen seguro harán las delicias de toda la familia son los coloridos y sonoros abejarucos, que en primavera se ven fácilmente criando en los taludes arenosos de los barrancos que se descuelgan de esta bella sierra tarraconense.

martes, 23 de septiembre de 2014

Prades, montañas que se sienten

 
Barranco del Tillar.
Cuando el viajero se adentra en las Montañas de Prades (Tarragona) penetra lentamente en un mar de colinas, de suaves relieves tapizados por una densa cobertura vegetal. Se respira Mediterráneo. Afloran los sentidos y las sensaciones.

Existen diferentes accesos al corazón de estas montañas, donde la bella población de Prades (Bien de Interés Cultural) ejerce de faro en este mar verde y aguarda al visitante con su patrimonio histórico, cultural y, por supuesto, natural, en el corazón de la Costa Daurada.




El acceso más habitual hasta Prades es por el norte, desde Montblanc y l’Espluga de Francolí, con el magnífico recibimiento del monasterio cisterciense de Poblet antes de comenzar a subir por la carretera que remonta el encajonado barranco del Tillar, declarado como Zona de Reserva (1998) dentro del Paraje Natural de Interés Nacional de Poblet. Una vez en la parte alta de este tapiz de pino rojo, el viajero ya siente que estas montañas, con su verdor perenne estival, le han conquistado aportando una nota de frescor al estío. Huele a pinocha, a resina, a fragancias mediterráneas. Pero la cosa no ha hecho más que comenzar, sólo hay que dejarse llevar por estas estrechas carreteras que se abren camino a través del altiplano de estos montes, atravesar poblaciones que parecen colgadas en el tiempo como Vilanova, Albarca, Siurana, Rojals, Mont-Ral, Farena, Capafonts y tantas otras.




Una de las paradas urbanas imprescindibles, la primera que nos encontramos ascendiendo por Poblet, es la villa de Prades. Allí se encuentra el centro de interpretación de las Montañas de Prades (y oficina de turismo). Y allí quiero proponeros hoy el comienzo de un viaje por los sentidos a través de audiovisuales, módulos interactivos, y equipamientos para descubrir toda la naturaleza a través de la vista, el oído, el tacto, el olfato… De nuevo hará las delicias de los más jóvenes de la casa. No en vano las Montañas de Prades acaba de obtener la certificación como Destino Familiar.
¿Cómo suena la fauna de Prades? ¿y sus arroyos? ¿Cómo puedo saber la edad de un árbol viendo sus anillos del tronco? ¿A qué huelen las diferentes plantas aromáticas que crecen en la sierra? Y en cuanto al gusto, reservaos para las Patatas o la miel de Prades.



Por cierto, que cuando estéis por las Muntanyes de la Costa Daurada no dejéis de visitar otros centros de interpretación como el de los Frutos del Paisaje, en Ruidecanyes, o el de la Sierra Llaberia, en Pratdip, por citar sólo un par de ejemplos.
Capafonts.

La segunda parada para los sentidos no queda lejos, en Capafonts. A la entrada de esta población tarraconense situada a 7 km. de Prades se ubica el Àrea d’Interpretació del medi natural, que consta de un punto de información y, sobre todo, de un recinto al aire libre donde conocer de primera mano diferentes aspectos sobre la flora y la fauna local. En un pequeño pero entretenido jardín botánico crecen algunas de las especies vegetales más representativas de árboles: álamo, quejigo, avellano, arce, castaño, cerezo, nogal, pino negro, pino rojo, pino blanco, encina…, de arbustos: lavanda, tomillo, santolina, romero, madroño, boj, lentisco, brezo, durillo… y también de algunas hierbas. Una explosión de color en primavera con la llegada de las flores… y de muchas mariposas que en los meses primaverales y estivales  comparten cielo con infinidad de pequeños pájaros. Diferentes paneles informan sobre algunas de las especies más vistosas.


La tercera parada que quiero proponeros es en Mas de Caret (Ctra. La Riba-Farena, km.11) a un cuarto de hora de Capafonts, y está centrada en el olfato. En esta masía se organizan visitas guiadas por su Parque de los Olores, donde las flores son las protagonistas.

Las plantas huelen porque poseen unas sustancias volátiles (perfume) en diferentes partes; generalmente en la flor, pero también en tallos, cortezas, hojas, e incluso raíces.  ¿Por qué? Para atraer a sus polinizadores, fundamentalmente mariposas y polillas, ya que en este tipo de plantas el néctar se segrega muy profundamente y es preciso poseer una lengua muy larga, como la espiritrompa de los lepidópteros, para alcanzarlo. Hay un grupo de plantas con gran cantidad de fragancia y las llamamos plantas aromáticas. Y una curiosidad, las flores más coloridas son las que menos huelen ¿por qué? Porque el perfume se produce a partir de la clorofila, el pigmento verde de las plantas, presente en pétalos y hojas.

Habrá adivinado el lector viendo las plantas que crecen en el jardín botánico de Capafonts que corresponden en buena parte a especies mediterráneas. Así es,  en las montañas de Prades crece sobre todo vegetación mediterránea pero este espacio natural encierra una grata sorpresa atlántica.


En efecto, en este rincón de Tarragona se puede vivir una experiencia en la naturaleza que tiene que ver con los sentidos y también con la posibilidad de caminar por un bosque único; único por ser más propio de latitudes más norteñas y húmedas. Es el príncipe atlántico en un reino Mediterráneo. Me refiero a roble rebollo (Quercus pyrenaica). Un itinerario circular de 4,7 kilómetros permite recorrer sin dificultad y apenas desnivel (154 m.) en poco más de una hora el robledal del roble rebollo. La ruta se inicia en el pueblo de Prades y permite conocer cómodamente el único bosque de robles rebollos de Cataluña.
 
En Prades crece el único bosque de robles rebollos de Cataluña.
Y si os gusta caminar, pues aquí tenéis un plato fuerte: el Camí Natural Muntanyes de Prades, un camino natural que transcurre por zonas de cultivo, por zonas montañosas y por bosques ofreciendo diferentes puntos de interés paisajístico, geológico y cultural. Distintas comunidades vegetales, formaciones kársticas, restos neolíticos, ermitas y pozos de hielo. Como veis una gran variedad de atractivos.

El camino principal tiene 27 kilómetros y presenta diferentes tramos: el tramo de las Ermitas (St. Antoni, st. Roc y la de La Mare de Déu de l’Abellera, patrona de los apicultores catalanes) con una fantásticas panorámicas, el tramo de los Pozos de Hielo (en el término de Prades hay tres de los cinco pozos de hielo), el tramo del “Tossal de la Baltasana” –con 1.201 m. es la máxima altura de las montañas de Prades- y del roble rebollo, el tramo de los Castaños, el tramo del “Pla de la Guàrdia” y el tramo “Perelloner del Cisterer”.


Además del camino principal existen otros 10 kilómetros en ramales y son el camino de la Serra del Bosc, el Camí Vell de Montblanc y el Camí dels Pics.


En definitiva un viaje para los sentidos en las bellas montañas donde crece el único bosque de robles rebollos de Cataluña.

lunes, 22 de septiembre de 2014

Montaña de Montserrat, una montaña única en el mundo


Si habláramos de una montaña única, la mayor del planeta, centraríamos las miradas en la más alta de todas: el Everest. Pero en este caso no hablo de altitudes y además, el Everest tampoco es una montaña aislada sino que como bien sabéis pertenece a la cordillera del Himalaya. Yo me refiero a una montaña única, formada por materiales diferentes a las vecinas y que emerja altiva, solitaria, poderosa.




Probablemente la mente se nos fuera ahora del Himalaya hasta Australia y su famosísimo Monte Uluru (Ayers Rock). Si hablásemos de que esa gigantesca montaña fuera el monolito más grande del planeta, muy probablemente la mente seguiría pensando en la misma montaña roja del desierto central australiano. Pues bien, algunas teorías y autores apuntan hacia otro lugar. Un enclave mucho más cercano y familiar: la montaña de Montserrat, a apenas media hora de la ciudad condal.


Si habéis leído bien, la montaña de Montserrat (Barcelona), geológicamente hablando, es un gigantesco conglomerado de guijarros asentados en cemento calcáreo. Sus dimensiones de aproximadamente 10 kilómetros de largo por 5 kilómetros de ancho superan con creces a la rojiza montaña australiana (de 9,5 km. de contorno).

Desde un punto de vista geológico es pues una montaña sedimentaria como si fuera de una sola pieza pero fragmentada en parte por movimientos tectónicos y modelada en superficie por la erosión de los agentes externos. El resultado es una enorme montaña de aspecto dentado, aserrada (de ahí su nombre Mont-serrat), formada en realidad por infinidad de monolitos, agujas, bloques de roca, etc. que le dan el aspecto irregular de dientes de sierra pero siempre procedentes de una misma matriz detrítica. Su morfología irregular permite la existencia en su interior de barrancos y pequeños valles y nos referimos a ella como un macizo. Una gran “tarta rocosa” de superficie rugosa y excavada pero solitaria y aislada, tanto que estamos ante, probablemente, la mayor montaña del mundo.


El primer contacto visual con Montserrat ya nos hace ver su singularidad y a medida que nos acercamos a ella, el magnetismo que desprende, poderosa, altanera (con los 1.236 m de la cima del Sant Jeroni como punto más alto), singular; todos los ingredientes para un amor a primera vista. Además de referente natural, es también lugar de espiritualidad, de leyendas, de religión y peregrinación. Por todo ha sido desde siempre la montaña catalana por excelencia.


Para conocer la montaña mágica, os recomiendo una ruta que engloba ambos aspectos: naturaleza y religión, para pasar una jornada inolvidable en este emblemático parque natural. El Camino de la Santa Cova se antoja como la mejor opción para caminar en familia pues a la sencillez del camino (dificultad baja), sin apenas desnivel (120 m.), se une la existencia del funicular inaugurado en 1929 que salva el mayor desnivel de la ruta (momento inolvidable para los chavales, que, sobre todo en el camino de vuelta, pegan su nariz al cristal observando atónitos cómo el tren trepa por la empinada rampa). Por cierto que existe otro funicular que está aun más empinado, el que sube hasta la ermita de Sant Joan (a unos 1.000 de altura). Este funicular fue inaugurado en 1918 y permite visitar también l’ Aula de la Natura, un aula de naturaleza para conocer el medio natural del parque y con unas vistas de aupa.
Y ya que hablamos de funiculares y chavales, no dejéis pasar por alto la posibilidad de acceder a la montaña mediante el tren cremallera desde Monistrol de Montserrat (fundado en 1892). Ecológico y divertido a partes iguales.


El punto de partida y final de esta ruta es el monasterio de Montserrat. Se trata de un camino de ida y vuelta por terreno en ligero descenso hasta la capella de la Santa Cova. Allí, en la Santa Cueva, se encuentra la capilla en el lugar donde, según la leyenda, se encontró la imagen de la Santa María. Se trata de un camino ancho y cómodo, construido entre 1693 y 1704, flanqueado por esculturas religiosas dedicadas a los Misterios del dolor y de gloria, que recorre a media altura un tramo de la parte oriental de la montaña. Un par de puntos están acondicionados como miradores, aunque en realidad todo el camino es un constante balcón con excelentes panorámicas.

La ruta se puede completar en poco más de 1 h. pero os aconsejo realizarla con calma ya que permite conocer buena parte de la vegetación característica del parque natural. La montaña de Montserrat cuenta con 1.250 especies de flora y en ella crecen fundamentalmente encinas y en menor medida robles y pinos. Dominan las especies mediterráneas y cuenta con un sotobosque de matorral generoso.


Lo primero que llama la atención es la frondosidad de la vegetación en los canales y pequeños barrancos que se descuelgan por las paredes de la montaña. Allí, en las zonas menos expuestas al sol, crecen marañas vegetales formadas por encinas tapizadas de enredaderas y lianas. Esta ruta supone una buena oportunidad para observarla.


Más difícil será dar con alguno de los animales que viven en otras zonas de la montaña menos verticales (jabalí, garduña, gineta, ardilla roja, etc.). Las mejor adaptadas al relieve escarpado son las reintroducidas cabras montesas. Las aves rupícolas como los aviones roqueros o forestales como el zorzal, el diminuto reyezuelo listado, palomas torcaces o currucas, si serán a buen seguro compañeras de paseo. Un paseo, eso si, por la mayor montaña del mundo.

sábado, 6 de septiembre de 2014

Por la sorprendente geología de la Subbética Cordobesa

Roca y olivos en el paisaje de las Sierras Subbéticas.

Acercarse hoy hasta las Sierras Subbéticas de Córdoba es descubrir preciosos paisajes rocosos en los que crecen buenas muestras de bosque mediterráneo y cultivos, fundamentalmente de olivo, que producen uno de los mejores aceites de oliva de cuantos existen. Paisajes ligados al hombre desde siempre y donde se asientan bellos pueblos encalados que viven al ritmo tranquilo que impera en el ambiente de estas sierras. Un agradable paréntesis contemporáneo. Fruto de la relación humana con la naturaleza de estas montañas surgió en 1988 el parque natural de las Sierras Subbéticas, pero en esta ocasión me he acercado hasta este rincón de la provincia de Córdoba no para dejarme cautivar con sus valores botánicos o faunísticos, que los tiene, sino para conocer sus valores y recursos geológicos, de primer orden mundial. Dejadme que os cuente.
 
Zuheros, en la entrada al cañón del río Bailón
Detalle del lapiaz de los Lanchares

Todo comenzó hace unos 250 millones de años, en el Triásico, cuando el mar cubría el sur de Sierra Morena y la Subbética era una plataforma bañada en parte por el Mar de Tethys y en parte era la orilla emergida con ríos generosos y lagunas someras dominadas por sustrato de arcillas, arenas y limos. En tierra firme aparecen los primeros dinosaurios y bajo el cálido mar abundan los cefalópodos (ammonites y belemnites fundamentalmente). Hace 200 millones comienza el Jurásico, periodo caracterizado por la aparición de nuevas especies de dinosaurios y un mayor desarrollo en tamaño de estos animales. El mar ha aumentado su nivel y llega hasta las faldas de Sierra Morena. La llanura de la Subbética está completamente inundada y así permanecerá durante los próximos millones de años. Se forman sedimentos de sales en el lecho marino que darán lugar a las rocas calizas. Los ammonites, una especie de calamares con concha externa en espiral, dominan el fondo marino de un mar cálido, luminoso y poco profundo.
 
Fósil de Ammonites
Hace 180 millones de años, diferentes movimientos tectónicos fracturan el fondo marino y surgen hundimientos y elevaciones a modo de escalones irregulares. Estos escalones submarinos evolucionan independientemente en cuanto a biodiversidad y sedimentos debido a las diferentes profundidades. La parte más próxima a Sierra Morena (más cercana a la orilla del mar de Tethys) formaría el Prebético y la parte más alejada el Subbético. En la parte alta de los escalones se depositan arenas blancas conocidas como oolitos (característico de la Sierra de Cabra) y el movimiento de la placa terrestre emergió algunos de estas cimas escalonadas, con base caliza y recubiertas de oolitos (Paleokarst). En los millones de años siguientes el mar sube y baja de nivel en varias ocasiones, lo que permite nuevos y diferentes depósitos de sedimentos, y la creación de nuevas especies de animales marinos. Distintas especies de Ammonites surgen y desaparecen pero siempre dominan una fauna en la que viven también nuevos crustáceos. En el Cretácico, hace unos 95 millones de años, una intensa actividad en el interior de la Tierra produce la mayor subida del nivel del mar en nuestro planeta (se calcula que 200 metros por encima del nivel actual) y continúa la disgregación de los continentes. Hace unos 65 millones de años el impacto de un gran meteorito provoca la extinción de buena parte de la vida en la Tierra, no sólo los dinosaurios, sino el resto de la fauna terrestre y marina (ammonites incluidos…). Es ese momento el que nos ha dejado los últimos fósiles.
Polje de la Nava de Cabra.
Klippe del Picacho.

En la Era Terciaria (hace 65 millones de años) una serie de movimientos tectónicos (plegamientos, hundimientos, levantamientos, etc.) van configurando las montañas, los continentes y los océanos. Las placas de Europa y África se aproximan hasta colisionar y la zona de la Subbética (perteneciente al bloque de Alborán) se va plegando hasta elevarse mil metros por encima del mar. Surge la Cordillera Bética. Hace entre 16-7 millones de años se produce el hundimiento del Prebético y el levantamiento sobre éste del Subbético. La zona hundida dará lugar a la depresión del Guadalquivir. Hace 5 millones de años se produce la mayor elevación de la Cordillera Bética y en los posteriores millones de años los agentes de la erosión externa comienzan a hacer su trabajo y a configurar (y seguir modelando a diario) el paisaje actual de la Subbética. Destaca la actividad erosiva durante el Cuaternario.

En este contexto de la historia geológica de la Subbética Cordobesa el visitante que hoy se acerca hasta aquí descubre atónito un auténtico museo geológico al aire libre sobre la formación y evolución de esta parte del planeta. Y disfruta de elementos del paisaje (lapiaces, dolinas, poljes, galerías subterráneas, cañones fluviales, etc.) que son jóvenes muestras de un ajetreado pasado geológico. Buena parte de estos paisajes actuales se deben al karst. La Subbética Cordobesa es además un gran yacimiento mundial de ammonites. Toda esta visión geológica se disfruta desde la perspectiva del Geoparque de las Sierras Subbéticas, creado en 2006.
 
Centro de Visitantes Santa Rita
Cañón del río Bailón.

Y ésta es la razón por la que he venido hasta aquí, para descubrir el paisaje geológico actual (cuya interpretación científica informa de su pasado) y dejarme cautivar por algunos de sus máximos exponentes. Os recomiendo conocer lugares tan diferentes como el Polje de la Nava de Cabra (Cabra), el lapiaz de los Lanchares (Cabra), el Picacho de Cabra (espectaculares panorámicas las que se disfrutan desde esta elevación conocida como el “Balcón de Andalucía”), el Klippe del Picacho, la Cueva de los Murciélagos (Zuheros), y por supuesto una visita previa al Centro de Visitantes de Santa Rita, un recorrido por el Ecomuseo de la Cueva de los Murciélagos y un paseo por el Jardín Micológico (el primer jardín botánico dedicado a los hongos en Europa). Sobre los ammonites, los encontraréis casi por doquier, de todos los tamaños.

Estos cefalópodos fósiles permiten datar con gran precisión las rocas en las que aparecen. Fuente informativa que ha dado mucha y precisa información al mundo sobre la formación y evolución del planeta.
 
La sierra desde la Villa de Priego de Córdoba.

Podéis conocer a fondo la naturaleza de la zona a través de los diferentes senderos (la Tiñosa, Santa Rita, El Río Bailón, la Ermita, Las Buitreras, Los Pelaos, el Pinar de Rute y el de Sierra de Horconera), de ellos tienen un carácter eminentemente geológico el del río Bailón y el que sube hasta La Tiñosa, cima de la provincia de Córdoba. Y aquí pasé este verano unos días fantásticos, alojado como en casa en la Villa de Priego de Córdoba (alojamiento rural perteneciente a las Villas de Andalucía) y realizando rutas y excursiones que espero ir compartiendo con vosotros en próximos posts. 

jueves, 4 de septiembre de 2014

Delta del Llobregat, aves raras a un paso de Barcelona

Calamón común

El Delta del Llobregat es un ecosistema de humedales costeros ligados a la desembocadura del río homónimo y situados junto a la ciudad de Barcelona. Este espacio natural está considerado como el tercer humedal catalán y se ha convertido en uno de los lugares más apreciados por ornitólogos profesionales y aficionados al birdwatching por la cantidad y calidad de especies observables, especialmente en el apartado de aves raras, muy difíciles de observar en otros lugares en la península Ibérica y del continente europeo debido a su condición de rarezas neárticas y asiáticas. Su relieve plano, buena comunicación, red de senderos y pasarelas de uso público, junto a la proximidad al aeropuerto de Barcelona y la Ciudad Condal, hacen que el Delta sea uno de los mejores enclaves para ver aves en familia. Un magnífico lugar para que los más pequeños de la casa, prismático en mano, den sus primeros pasos en la observación de la naturaleza en general y aves en particular.
 
El delta cuenta con 5 observatorios y 7 miradores.
Cigüeñuela

Este espacio natural envuelve al aeropuerto de Barcelona y presenta dos zonas principales bien diferenciadas, al norte y sur del aeropuerto internacional: las Reservas Naturales del Remolar y Filipines, dotadas con 5 observatorios y 7 miradores. Se trata de un ecosistema formado por diferentes hábitats: lagunas, marismas, bosque de ribera, playas, campos de cultivo y pinares litorales. Una notable variedad de ambientes y estratégico emplazamiento que confieren una notable biodiversidad.



Anade azulón

La primavera y el invierno son las mejores épocas para acercarse a descubrir esta pequeña área protegida. A primera y última hora del día la actividad de las aves es máxima. Es el mejor momento para jugar a identificar el mayor número de especies y tratar de descubrir aquellas aves menos comunes. Entre la avifauna del Delta del Llobregat destaca la presencia de calamón común, pardela balear, pardela mediterránea (especialmente en invierno), avetorillo común, garcilla cangrejera, polluela bastarda, polluela chica, polluela pintoja, garza imperial, gaviota de Audouin, gaviota enana, gaviota cabecinegra, críalo europeo, autillo europeo, carricerín real, canastera común, golondrina dáurica, avión roquero, ruiseñor pechiazul y un sinfín de anátidas. Destaca también entre los limícolas el chorlitejo patinegro, que cría entre las hierbas de la playa. Acércate al delta a disfrutar de una siempre sorprendente jornada de birdwatching y, como dicen los ingleses (inventores de esta actividad consistente en observar aves): enjoy!!
Garcilla cangrejera