Es cierto que a priori no goza de la popularidad ni la
vistosidad de otros periodos de celo entre los grandes mamíferos ibéricos, tal
es el caso de la berrea del ciervo o la ronca del gamo, pero los rebecos (Rupicapra rupicapra) se encuentran estos días con la “sangre alterada”
y ofrecen a los ojos del ecoturista una experiencia inolvidable. Una más en la
pródiga naturaleza ibérica en esto de
deparar momentos únicos a los amantes del turismo de observación de la
naturaleza.
A finales de octubre y primeros de noviembre tiene lugar el
celo del rebeco y uno de los mejores enclaves para observarlo es en las
montañas del Parque Natural y Reserva de la Biosfera de Somiedo (Asturias). Dura aproximadamente unas tres semanas
(ya está dando los últimos coletazos por lo que a este año respecta), pero es
un acontecimiento, aunque corto, muy atractivo y relativamente fácil de
observar. Con relativamente fácil me refiero a que en esta época del año, con
las primeras nieves otoñales que anuncian la pronta llegada del invierno, los
rebecos descienden a cotas más bajas. Abandonan sus riscos calizos de la alta
montaña para descender a los prados altos de los valles y zonas boscosas.
En esas praderas abiertas, salpicadas de zonas pedregosas
que tanto gustan a estos bóvidos equilibristas, tienen lugar escenas como las
que ilustran este reportaje. Los machos,
de carácter solitario o con menor frecuencia en grupos con otros machos durante
el resto del año, se acercan a los grupos de hembras y crías para formar su
propio harén (oscila entre 3-10 hembras) y defenderlo frente a otros machos. Es entonces cuando el ajetreo reproductor y
las carreras por los prados se suceden. Machos que persiguen a otros machos
para defender lo que consideran suyo. Llegado el caso chocarán sus cabezas
provistas con diminutos cuernos ganchudos, nada que ver con las enormes cuernas de venados y gamos, para
demostrar se fuerza y espantar al invasor a empujones. El tamaño de los
cuernos, aunque también con la edad –cada año crece un nuevo anillo córneo-,
está muy relacionado con la alimentación, siendo mayor en los machos mejor
alimentados, algo que las hembras saben elegir a la hora de seleccionar al
padre de sus hijos…
El macho vencedor persigue incesantemente a la hembra,
olisqueando su orina para ver si está en celo, balando para llamar su atención.
Levanta la cabeza y emite sonidos haciendo vibrar el labio inferior para llamar
la atención de la hembra; luego se aproxima con la cabeza agachada, la boca
abierta, olisqueando… hasta que ésta emprende un trote huidizo y es preciso
volver a aproximarse a la espera de que ella acceda. Tras el cortejo, las
hembras quedan preñadas y entran en un periodo de gestación de unos 5 meses
para dar a luz en primavera, cuando los rigores del invierno hayan pasado.
El celo del rebeco es
otro de esos atractivos de las montañas cantábricas (y pirenaicas) que la
naturaleza depara y uno de los muchos atractivos naturales del parque natural de Somiedo. Acércate a disfrutarlo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario