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viernes, 28 de noviembre de 2014

Subida al castillo de Cabrera

 
Gaviota patiamarilla
En los tiempos que corren Cabrera se antoja un remanso de paz. Una magnífica representación del ecosistema marítimo terrestre balear. Este conjunto de islas a 1 hora de la costa de Mallorca, es uno de los últimos paraísos del Mediterráneo. Las posibilidades de visita y excursionismo son varias pero todas centradas en la mayor de las islas del archipiélago -Cabrera Gran-. Son rutas sencillas, de kilometraje muy variado, y con desniveles suaves.


Una de las rutas más cortas, y más célebres del parque nacional es la que sube hasta el Castillo. Es una ruta fácil (1,5 km.) que no lleva más de 20 minutos ida y 15 de bajada, pero bien es cierto que el enclave donde se ubica este castillo roquero bien merece una visita pausada. El emplazamiento no puede ser mejor y cumple a la perfección su cometido de dominar la entrada a la bahía de Cabrera. Desde sus 72 metros de altitud se observa una panorámica circular inolvidable tanto de la propia isla grande como de algunos de los islotes e islas vecinas situadas al norte. En días despejados incluso la sierra mallorquina de Tramuntana.
 
La endémica lagartija balear
El recorrido comienza en la explanada del puerto y enseguida deja a la derecha la cueva des Teatre. La subida se realiza por pista con notable pendiente hasta el cementerio y de allí por senda al castillo. Bien es cierto que hay algún atajo, senda hecha generalmente por los visitantes en el descenso. A pesar de lo sencillo del terreno no son pocos los tobillos y piernas maltrechas por resbalón con las abundantes piedrecillas, así que os recomiendo firmemente olvidaros de los atajos y seguir la pista establecida a tal fin.
Amenizarán la subida a buen seguro las lagartijas baleares que gustan de tomar el sol en las rocas y plantas del camino. Se trata de un interesante endemismo.


Entrada a la bahía desde el castillo


Una vez arriba, nos espera esta esbelta fortificación originaria del siglo XIV para comunicar mediante señales con la costa de Sá Ràpita (Mallorca). Se puede entrar y recorrer el castillo accediendo por su estrecha y vertiginosa escalera de caracol hasta las almenas superiores. Aquí es una delicia contemplar cómo las gaviotas patiamarillas vuelan sin para bajo nuestros pies o sobre nuestras cabezas en espectaculares vuelos rasantes. Podemos descubrir también alguna gaviota de Audouin de las que crían en el parque. Costará pensar en regresar. Para ello se emplea el mismo camino hasta el puerto, donde podemos tomar algo en la cantina a la espera del barco de regreso a Mallorca.

lunes, 24 de noviembre de 2014

Montaña Guajara, el mejor mirador del Teide



La princesa guanche Guajara, subió hasta el alto por el que antaño se accedía a Las Cañadas desde el sur de Tenerife y, resignada por la muerte de su amado Tinguaro en su lucha contra las tropas castellanas, se lanzó al vacío. Quizá buscaba además una última visión del ”Padre Teide”.
 
Últimos metros de la subida
Sea como fuere, la ruta que conduce hasta ese lugar es hoy uno de los miradores naturales más impresionante sobre el Teide. Si seguimos hasta el Alto de Guajara, seguramente el mejor. Desde sus 2.718 metros (justo 1.000 menos que el Teide), la panorámica, frente a frente con el techo de España, no tiene parangón. Es una excursión de dificultad alta, en la que es preciso salvar 600 metros de desnivel desde el Centro de Visitantes de Cañada Blanca.


Cañada superior desde la bajada hacia la Degollada de Guajara


El recorrido es prácticamente llano en su primera parte siguiendo la pista de Siete Cañadas (pasamos la Cañada del Capricho y la Cañada Blanca) hasta que se empina a partir de la Cañada Mareta. Al comienzo de la Cañada del Montón de Trigo la pista se torna sendero para afrontar una fuerte subida en zig-zag hasta la Degollada de Guajara (3 h.; 2.360 m. altitud), en la cabecera del barranco del Río. Desde este collado la senda sigue subiendo por la derecha hacia el Alto de Guajara. Estamos a mitad de subida y aunque no presenta dificultad, es exigente por las continuas subidas y bajadas que la senda ha de sortear amoldándose al terreno hasta las rampas finales. Podemos además disfrutar de un espectacular mar de nubes durante la subida. Una vez en el alto, las panorámicas del Teide son de las que quitan el hipo. Para el regreso se puede volver por el mismo camino o bien bajar por la cara norte de Montaña Guajara hacia la Bocasnia y desde ese collado, de nuevo al Centro de Visitantes.


Una de las rutas panorámicas más imponentes del parque nacional.
Fotografiando un tajinaste rojo.

martes, 18 de noviembre de 2014

Islote de Lobos



Los quince minutos de navegación que separan el puerto de Corralejo del islote de Lobos, al norte de Fuerteventura, me van metiendo en harina. A bordo del barco que realiza este viaje regular varias veces al día durante todo el año, navego este brazo de mar conocido localmente como “el río” –el canal de la Bocaina- y voy dejando a la derecha el sistema dunar de Corralejo, una ondulada línea blanca de arena y fondo de volcanes con la que hasta 1994 compartía gestión dentro del mismo espacio natural protegido. Desde esa fecha el islote de Lobos y las dunas son dos parques naturales diferentes.


A medida que me acerco al muelle del islote el color de agua va cambiando su tonalidad. Tonalidades más bien, pues son varias las gamas de azul y verde que adquiere en el entorno de Lobos. Desde un azul intenso a un verde esmeralda. Esto dice mucho de la pureza del agua y la riqueza del fondo marino. Si bien el parque natural protege toda la superficie de la isla y es eminentemente terrestre, el protagonismo lo tiene una especie marina: la foja monje. Las últimas focas monje de canarias desaparecieron en los años 20 del siglo pasado. Lobos toma su nombre de la antigua presencia de este amenazado mamífero marino en el islote.


Otras especies marinas interesantes son las aves como la pardela cenicienta, el águila pescadora, la pardela chica, el paíño común, el petrel de Bulwer o la gaviota patiamarilla, entre otras. Importantes son también las aves migratorias, que encuentran en la isla –sobre todo en Las Lagunitas- un buen lugar de parada.


Tras poner pie a tierra en el muelle, la primera visita ineludible es el centro de visitantes. Después la opción más recomendable, ya sea a pie o en bicicleta, es realizar el sendero que da la vuelta a la isla, con paradas en los lugares más emblemáticos e interesantes: la playa de la Concha, la Caldera de la Montaña, el faro de Martiño –desde donde Lanzarote, a 8 km, parece tocarse con la mano-, Las Lagunitas y El Puertito. A lo largo del recorrido, que lleva poco más de 1 hora a pie y es llano (fácil), veremos los valores naturales de la isla: saladares, jable de los hornitos, tabaibales del malpaís y la biodiversidad de la vegetación halófila y hoyas salitrosas. Destacan los hornitos freatomagmáticos y 130 especies diferentes de flora con endemismos como la Siempreviva de Lobos.
El sendero está balizado como GR.131 y forma parte del Camino Natural que cruza la Fuerteventura desde Corralejo hasta Punta de Jandía.



El Puertito es el lugar idóneo donde descansar, a la espera de la hora de salida del barco de regreso, y disfrutar de los colores casi irreales del agua. Un magnífico lugar donde darse un baño y conocer algo más el fondo practicando snorkel.

viernes, 14 de noviembre de 2014

Cascada del Tabayón de Mongayo


En el paraíso natural asturiano, donde al agua fluye por doquier entre sus montañas, bosques y prados, resulta complejo no encontrar un regato, una riega, un arroyo o un río que no posea cascadas o saltos de agua. Por pequeños que sean, las pequeñas cascadas y las pozas cristalinas están a la orden del día en los cursos de agua. Incluso las hay de considerables proporciones como las cascadas de la Seimeira, Oneta o el Tabayón. Las dos últimas están además incluidas en la red regional de Espacios Naturales Protegidos como monumentos naturales.


El Monumento Natural del Tabayón de Mongayo (Taballón l`Mongallu), en Caso, es uno de los principales atractivos del parque natural de Redes. De la importancia natural del lugar dice mucho que hasta hace no mucho se trataba de una de las rutas de acceso restringido. Para llegar a la cascada hay que hacerlo a pie mediante una ruta que puede realizarse de ida y vuelta (también existe la opción circular) a través de uno de los parajes más sugerentes de la cordillera Cantábrica: el bosque del Monte Saperu y el circo glaciar del Mongayo, desde el que se descuelga la cascada del Tabayón. En su conjunto es una de las rutas más espectaculares, a mi juicio, de cuantas podemos realizar en las montañas asturianas.


El punto de inicio y final se establece en el pueblo de Tarna, al sur de la Reserva de la Biosfera de Redes. Convenientemente señalizado, este sendero de Pequeño Recorrido (PR.AS-60) comienza a remontar la ladera de Monteverde, a los pies del Peñalba (1.622 m.) por una estrecha pista que cada vez va quedando más envuelta por el bosque. Dominan sobre todo las hayas y los abedules en unas latitudes en las que destacan también importantes formaciones de acebo. Las pequeñas flores blancas globosas del brezo ponen la nota dominante en el estrato arbustivo. En la ruta destacan también gencianas y narcisos.


En ligera pero casi permanente subida se dejan atrás las cabañas de Terreros y, a continuación, una bifurcación. Para ir directos a la cascada es preciso seguir de frente, aunque la opción que remonta el bosque por la izquierda hasta los enormes Rebollos de Llanu l`Toru (gigantescos y centenarios robles con hasta 10 metros de perímetro de tronco) no es desde luego mala opción.

Desde la bifurcación la pista comienza a adentrarse en el fabuloso hayedo de monte Saperu, por cuya ladera transitamos en estos momentos. Un puente de madera permite salvar el Regueru la Requexada y, poco a poco, el silencio y la magia del hayedo envuelven al caminante. Es el reino del urogallo cantábrico, también del corzo. Siempre sin olvidar que la ruta se desenvuelve por territorio osero. Jabalíes, ciervos, rebecos, lobos, etc. completan una más que interesante lista de vertebrados.


Dejamos atrás un par de cabañas derruidas, Les Cabanielles, y seguimos por la pista que transcurre inmersa de lleno en el hayedo. La presencia de una fuente coincide también con el final de la pista. Un paraje idílico en el que sentarse a descansar unos momentos. El camino se continúa ahora por senda. En sentido descendente la senda busca el final del bosque. De pronto se abre ante la vista el circo glaciar de la sierra de Mongallu, sobre los 1.850 metros de altitud, y unos metros más abajo, el escalón por el que se descuelga la Riega Mongayo. Desde la distancia se aprecian dos saltos de agua. El superior pronto desaparece de la vista en la bajada. El inferior es el referido Taballón, que se desploma formando una preciosa cascada de 60 metros de altura. La senda se abre paso entre grandes retamas hacia la pradera de La Campona, desde donde se puede subir fácilmente por la morrena al pie de la cascada hasta la base del salto de agua. La plasticidad es máxima en un paraje de ensueño. No será difícil ver el vuelo del águila real o del alimoche.


Para regresar se puede emplear el mismo camino o bien ir por la pista que va unos metros por encima del río de la Ablanosa. Es territorio por el que siempre fluye el agua y en el que en ocasiones costará encontrar firme sin barro por el que avanzar. La bota de trekking se antoja imprescindible.


Sea cual sea la opción elegida, al final del recorrido (9,5 km. y 3,5-4 h.), ten por seguro que habrás conocido una de las rutas senderistas asturianas más gratificantes.

jueves, 6 de noviembre de 2014

Otoño en los Montes de Ucieda


Aparté con dos dedos la cortina de mi habitación y asomé mis ojos al día que comenzaba a despuntar. La luz todavía era muy tenue, pero dentro de poco el sol iluminaría un día de cielo azul. Costaba saltar de la cama con estas sábanas que te atrapaban. Abajo, en la sala principal, aguardaba un pantagruélico desayuno a base de productos tradicionales al calor de la chimenea. La idea consiguió convencer a mi cuerpo de que el plan de la chimenea era mejor y en unos instantes me encontraba rodeado de tostadas, sobaos, embutidos, zumos…

Era otoño y venía con ganas de empacharme de color. Poco tiempo después ya me encontraba con las pilas cargadas y a punto para realizar la ruta de los Puentes, en los montes de Ucieda, dentro del parque natural Saja-Besaya.


El punto de inicio invita a quedarse en la zona y dejar para otro día la ruta, pues pocos lugares son tan sugerentes en esta época del año como la Campa de Ucieda, a orillas del Bayones. Río, bosques de robles, de castaños, hayas…. ¿no quería color? Pues aquí tenía todo el cromatismo de la flora autóctona en un palmo de terreno.


La campa de Ucieda, en las afueras de este tranquilo pueblo cántabro, es el escenario de partida y final para dos senderos de pequeño recorrido circulares que se adentran en estas bellas montañas de la cordillera cantábrica. Uno es el PRS.112, más conocido como la Ruta de Hayacorva; el otro es el PRS.111 y todo el mundo lo conoce como la Ruta de los Puentes. Ambos remontan las laderas occidentales de los montes de Ucieda para sumergirse en la frondosidad del bosque (y abrirse paso por los prados en otros tramos) a lo largo de 13 kilómetros el primero y 15 el segundo. Son dos rutas sencillas, con algo de desnivel (unos 300 m.) y repletas de momentos gratificantes. Yo me decidí por el segundo de los recorridos pero pronto regresaré a disfrutar del primero.

Por la noche, embaucado por el olor a leña de la chimenea, me sumergí en la lectura de un par de guías del parque. No era la primera vez que estaba en Saja-Besaya, uno de los hayedos más extensos de la península Ibérica, pero siempre me gusta descubrir e imaginar nuevos recorridos por hacer.



Al día siguiente sólo disponía de la mañana, así que opté por lo que más le pedía a mi cuerpo y no me resistí a regresar a la Campa de Ucieda a echar un buen rato dejándome conquistar por ese rincón del norte de España. Estoy escribiendo este post y me parece escuchar el discurrir del río Bayones, oler la humedad de los musgos y líquenes que crecen por doquier en el bosque, oír mis pisadas entre la hojarasca, disfrutar de esos momentos inolvidables que depara siempre la estancia en alguno de los alojamientos rurales de la zona… qué duro es volver a casa!!