En los tiempos que corren
Cabrera se antoja un remanso de paz. Una magnífica representación del ecosistema
marítimo terrestre balear. Este conjunto de islas a 1 hora de la costa de
Mallorca, es uno de los últimos paraísos del Mediterráneo. Las posibilidades de
visita y excursionismo son varias pero todas centradas en la mayor de las islas
del archipiélago -Cabrera Gran-. Son rutas sencillas, de kilometraje muy
variado, y con desniveles suaves.
Una de las rutas más
cortas, y más célebres del parque nacional es la que sube hasta el Castillo. Es
una ruta fácil (1,5 km .)
que no lleva más de 20 minutos ida y 15 de bajada, pero bien es cierto que el
enclave donde se ubica este castillo roquero bien merece una visita pausada. El
emplazamiento no puede ser mejor y cumple a la perfección su cometido de
dominar la entrada a la bahía de Cabrera. Desde sus 72 metros de altitud se
observa una panorámica circular inolvidable tanto de la propia isla grande como
de algunos de los islotes e islas vecinas situadas al norte. En días despejados
incluso la sierra mallorquina de Tramuntana.
El recorrido comienza en
la explanada del puerto y enseguida deja a la derecha la cueva des Teatre. La
subida se realiza por pista con notable pendiente hasta el cementerio y de allí
por senda al castillo. Bien es cierto que hay algún atajo, senda hecha
generalmente por los visitantes en el descenso. A pesar de lo sencillo del
terreno no son pocos los tobillos y piernas maltrechas por resbalón con las
abundantes piedrecillas, así que os recomiendo firmemente olvidaros de los
atajos y seguir la pista establecida a tal fin.
Amenizarán la subida a
buen seguro las lagartijas baleares que gustan de tomar el sol en las rocas y
plantas del camino. Se trata de un interesante endemismo.
Una vez arriba, nos espera
esta esbelta fortificación originaria del siglo XIV para comunicar mediante
señales con la costa de Sá Ràpita (Mallorca). Se puede entrar y recorrer el
castillo accediendo por su estrecha y vertiginosa escalera de caracol hasta las
almenas superiores. Aquí es una delicia contemplar cómo las gaviotas
patiamarillas vuelan sin para bajo nuestros pies o sobre nuestras cabezas en
espectaculares vuelos rasantes. Podemos descubrir también alguna gaviota de
Audouin de las que crían en el parque. Costará pensar en regresar. Para ello se
emplea el mismo camino hasta el puerto, donde podemos tomar algo en la cantina
a la espera del barco de regreso a Mallorca.