En el paraíso natural asturiano, donde al agua fluye por doquier entre
sus montañas, bosques y prados, resulta complejo no encontrar un regato, una
riega, un arroyo o un río que no posea cascadas o saltos de agua. Por pequeños
que sean, las pequeñas cascadas y las pozas cristalinas están a la orden del
día en los cursos de agua. Incluso las hay de considerables proporciones como
las cascadas de la Seimeira, Oneta o el Tabayón. Las dos últimas están además
incluidas en la red regional de Espacios Naturales Protegidos como monumentos
naturales.
El Monumento Natural del
Tabayón de Mongayo (Taballón
l`Mongallu), en Caso, es uno de los principales atractivos del parque natural de Redes. De la
importancia natural del lugar dice mucho que hasta hace no mucho se trataba de
una de las rutas de acceso restringido. Para llegar a la cascada hay que
hacerlo a pie mediante una ruta que puede realizarse de ida y vuelta (también
existe la opción circular) a través de uno de los parajes más sugerentes de la
cordillera Cantábrica: el bosque del Monte Saperu y el circo glaciar del
Mongayo, desde el que se descuelga la cascada del Tabayón. En su conjunto es
una de las rutas más espectaculares, a mi juicio, de cuantas podemos realizar
en las montañas asturianas.
El punto de inicio y final se establece en el pueblo de Tarna, al sur de la Reserva de la Biosfera de Redes.
Convenientemente señalizado, este sendero de Pequeño Recorrido (PR.AS-60)
comienza a remontar la ladera de Monteverde, a los pies del Peñalba (1.622 m .) por una estrecha
pista que cada vez va quedando más envuelta por el bosque. Dominan sobre todo
las hayas y los abedules en unas latitudes en las que destacan también
importantes formaciones de acebo. Las pequeñas flores blancas globosas del
brezo ponen la nota dominante en el estrato arbustivo. En la ruta destacan
también gencianas y narcisos.
En ligera pero casi permanente subida se dejan atrás las cabañas de
Terreros y, a continuación, una bifurcación. Para ir directos a la cascada es
preciso seguir de frente, aunque la opción que remonta el bosque por la
izquierda hasta los enormes Rebollos de
Llanu l`Toru (gigantescos y centenarios robles con hasta 10 metros de perímetro de
tronco) no es desde luego mala opción.
Desde la bifurcación la pista comienza a adentrarse en el fabuloso
hayedo de monte Saperu, por cuya ladera transitamos en estos momentos. Un
puente de madera permite salvar el Regueru
la Requexada y, poco a poco, el silencio y la magia del hayedo envuelven al
caminante. Es el reino del urogallo cantábrico, también del corzo. Siempre sin
olvidar que la ruta se desenvuelve por territorio osero. Jabalíes, ciervos,
rebecos, lobos, etc. completan una más que interesante lista de vertebrados.
Dejamos atrás un par de cabañas derruidas, Les Cabanielles, y seguimos
por la pista que transcurre inmersa de lleno en el hayedo. La presencia de una
fuente coincide también con el final de la pista. Un paraje idílico en el que
sentarse a descansar unos momentos. El camino se continúa ahora por senda. En
sentido descendente la senda busca el final del bosque. De pronto se abre ante
la vista el circo glaciar de la sierra de Mongallu, sobre los 1.850 metros de
altitud, y unos metros más abajo, el escalón por el que se descuelga la Riega
Mongayo. Desde la distancia se aprecian dos saltos de agua. El superior pronto
desaparece de la vista en la bajada. El inferior es el referido Taballón, que
se desploma formando una preciosa cascada de 60 metros de altura. La
senda se abre paso entre grandes retamas hacia la pradera de La Campona, desde donde se puede subir
fácilmente por la morrena al pie de la cascada hasta la base del salto de agua.
La plasticidad es máxima en un paraje de ensueño. No será difícil ver el vuelo
del águila real o del alimoche.
Para regresar se puede emplear el mismo camino o bien ir por la pista
que va unos metros por encima del río de la Ablanosa. Es territorio por el que
siempre fluye el agua y en el que en ocasiones costará encontrar firme sin
barro por el que avanzar. La bota de trekking se antoja imprescindible.
Sea cual sea la opción elegida, al final del recorrido (9,5 km . y 3,5-4 h.), ten por
seguro que habrás conocido una de las rutas senderistas asturianas más
gratificantes.
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