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lunes, 13 de abril de 2015

Entre cabras montesas en las Muelas de Xert


Xert, un pequeño y tranquilo pueblo castellonense, vecino del monumental Sant Mateu, se encuentra en las estribaciones orientales de las montañas del Maestrazgo. Pero Xert (Chert) tiene sus propias montañas, es cierto que sin las cotas de altura del Maestrazgo, pero con el encanto de un paisaje diferente y el fácil acceso a observaciones de fauna de gran relevancia. Por aquí vuelan un buen número de rapaces e infinidad de paseriformes pero sobre todo Las Muelas de Xert cuentan con una interesante población de cabra montés (Capra pyrenaica subsp. hispanica). Y allí pasé una agradable jornada campera de la mano de Avistanatura observando varios ejemplares de cabra de bello porte entre paisajes relajantes, mediterráneos a más no poder, y sumidos en la tranquilidad más absoluta, tan preciada por quienes nos gusta de observar la naturaleza sin agobios ni masificaciones.




Xert cuenta con sus propias montañas, como digo sin gran altitud pero si con una gran identidad. Se trata de Las Muelas de Xert. Las muelas (molas) forman una hilera de cuatro montañas de cima plana que se extienden a lo largo de 3,2 kilómetros y están escoltadas por los relieves de la sierra del Turmell. Son la Mola Gran, la Moleta Redona, la Mola Llarga y la Mola Murada.

Una muela, geológicamente hablando, es un sinclinal colgado cortado por un conjunto de fallas. Este relieve invertido está formado por una serie de materiales duros (calizas) y blandos (margas y/o arcillas) que se alternan en diferentes capas horizontales y que la erosión modela hasta conferir el característico aspecto de tarta o montaña de cima plana. Los laterales superiores y la cima de la tarta son en realidad calizas.

La cima de la muela grande, de fácil acceso, es un privilegiado mirador sobre las vecinas montañas de Els Ports (Tarragona) y el horizonte llano dominado por naranjos que se extiende hacia el mar Mediterráneo.


Y allí pasamos horas, buscando y fotografiando cabras entre las paredes cimeras de las muelas donde tanto gusta a los bóvidos de guarecerse del viento, y del sol cuando el calor aprieta, y descansar entre peñascos calizos. Uno de sus lugares favoritos son los bloques de piedra que se desparraman de la cima precedentes de la antigua cantera de la Mola Gran y que forma una especie de morrena por la que estos ágiles mamíferos se desplazan con gran naturalidad.


Con las hembras y los jóvenes a ojo no es tan sencillo, pero cuando se observa el primer gran macho se aprecia rápidamente la diferente forma curva de los cuernos respecto a la otra subespecie de este endemismo ibérico (Capra pyrenaica subsp. victoriae). Aquí reside la cabra hispánica, la misma que se distribuye por las sierras mediterráneas litorales de la península y cuya mayor población mundial se encuentra en Sierra Nevada. Lamentablemente nada queda de las otras dos subespecies de cabra montés: la cabra lusitánica extinta a finales del siglo XIX, y el bucardo, que era la subespecie nominal, habitante del Pirineo, y cuyo último ejemplar, Laña, murió el día de Reyes en la faja de Pelay del valle de Ordesa hace 13 años.

Afortunadamente la cabra hispánica posee una saludable población distribuida en diferentes núcleos. Uno de ellos se encuentra en estas montañas.



Y así, prismático en mano, transcurrió una jornada memorable que dio para mucho, en la que tuvimos tiempo de acercarnos también a la interesante  microrreserva de flora de la Torresseta del Turmell y que contó con el magnífico broche final de un gato montés. 

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