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lunes, 13 de julio de 2015

Los Cahorros de Monachil


Los Cahorros son surcos empinados y escabrosos en las laderas de los cerros, así es como se conoce en la zona a estos elementos fruto de la erosión sobre el sustrato calizo. Uno de los mejores ejemplos en el macizo de Sierra Nevada es sin duda el de Los Cahorros de Monachil, en el noroeste del Espacio Natural.



Para llegar hasta ellos hay que llegar hasta la parte alta del pueblo de Monachil (Granada). Además de ser una ruta espectacular, con la dosis de aventura y adrenalina que siempre aportan pasos de la ruta como el puente colgante, la ruta de Los Cahorros de Monachil permite conocer de cerca los recursos naturales vinculados a la media montaña de Sierra Nevada, donde crecen encinares montanos y pinares con sabina mora, ambos sobre suelo calizo. Las encinas suben en la media montaña entre los 1.500-1.900 metros de altitud y crecen acompañadas de enebro de la miera o el torvisco, si bien pueden verse acompañadas en suelos más profundos y zonas más frescas por quejigos. Encontramos también un espinal de endrinos, majuelos, escaramujos, durillos, arces, agracejos, etc. En zonas en las que crece el escobón y el lastón. Encinas y pinos hablan de la exposición solar de estos parajes, que fuera de la humedad de la angosta garganta que protagoniza la ruta, domina los paisajes áridos de terrenos abiertos.

La presencia de agua del río Monachil determina la existencia también de especies de ribera como álamos, mimbreras, juncos y espartal. Este fantástico recorrido circular de 8,2 kilómetros (dif: baja-media) con inicio y final en la Era de los Portachuelos (Monachil). El itinerario atraviesa parajes como las Eras de los Renegrales que, como la de los Portachuelos, son paisajes humanizados ligados a la agricultura, superficies horizontales destinadas a trillar el trigo, centeno, avena, etc. separando mejor el grano y la paja. El primer tramo de la ruta transcurre por estos paisajes humanizados. No en vano estamos en territorio del parque natural y Reserva de la Biosfera de Sierra Nevada.


Le siguen parajes como el de la antigua central, el mencionado puente colgante de 63 metros de longitud –en pleno cañón calizo-, el enclave de Las Azuelas, más abierto, que sigue a las estrecheces del cañón, o la fuente de Las Chorreras. El regreso al punto de partida se hace por paisajes más abiertos, en el linde con el parque nacional, pero no menos espectaculares (camino de la Solana).
Camino de la Solana

Castañar de Bubión


El contrapunto a estos paisajes áridos y verticales lo encontramos en los bosques y especies que como quejigos y castaños, adquieren en el otoño unos matices de colores realmente bellos, salpicados de arces, mostajos, etc. Magníficos ejemplos encontramos en la Alpujarra de Granada. Un bosque que al llegar el otoño se viste de gala es el castañar de Bubión, muy cerca de la villa de Bubión donde me alojo para acometer estas excursiones por la mitad occidental del macizo de Sierra Nevada, uno de los pesos pesados de la naturaleza ibérica. 

martes, 7 de julio de 2015

Por las cumbres de Sierra Nevada

 
Laguna de La Caldera
Los paisajes geológicos de Sierra Nevada son fundamentalmente tres: la orla sedimentaria de borde en la montaña baja y media, por encima de ésta, las calizas y dolomías del complejo Alpujárrido, y finalmente, en la alta montaña, los esquistos metamórficos del Complejo Nevado-Filábride.

Este Espacio Natural formado por el Parque Natural y el Parque Nacional de Sierra Nevada es único por muchas cosas, pero sin duda, varios de sus recursos naturales exclusivos hay que buscarlos en la alta montaña de Sierra Nevada, así que hoy me centro allí, en las cumbres de Sierra Nevada, en los esquistos metamórficos. Un cómo sendero enlaza la Hoya de la Mora (vertiente norte) y más arriba las Posiciones del Veleta, con el Alto del Chorrillo y la Hoya del Portillo (vertiente sur), la dificultad estriba, eso sí, en que se camina en altura, en torno a los 3.000 metros de altitud. Si además, como es mi caso, se sube hasta la cima del Mulhacén, casi 500 metros más de desnivel.
 
Laguna de la Caldera y  al fondo la cima del Mulhacén
La experiencia en la naturaleza que quiero compartir con vosotros a través de este post no puede ser más sugerente, ambiciosa, y espectacular: subir caminando al Mulhacén, y conocer de primera mano la extraordinaria riqueza botánica y faunística de los endemismos de alta montaña de Sierra Nevada. De paso, disfrutar con sus paisajes glaciares. Una completa jornada senderista estival para la que emplearemos, caminando con la calma que la excursión requiere, unas 8 horas (dependiendo del lugar de inicio y final. El transporte del Servicio de Interpretación de las Altas Cumbres ayuda bastante en la logística de la ruta).
El acceso hasta la cima del Mulhacén, que con sus 3.478 metros de altitud es la montaña más alta de la Península Ibérica, es sencillo, hay que caminar sin prisa, siguiendo el sendero que parte desde la zona de La Caldera (viniendo desde el Veleta) o mejor aún, por la senda que sube más progresivamente desde el Alto del Chorrillo si accedemos por La Alpujarra. En mi caso, alojado como estoy en la fantástica Villa de Bubión (Alpujarra de Granada), la opción es ésta segunda vía, aunque en años anteriores tuve ocasión de hacerlo también caminando desde la vertiente norte. No hay que olvidar nunca que caminamos por alta  montaña.
Estrella de Sierra Nevada


Caminando despacio, además de facilitar la adaptación a la altitud, se observa precisamente cómo otros seres vivos se han adaptado a las exigentes condiciones de la alta montaña. Es el caso de especies botánicas tan formidables como la estrella de las nieves, la Arenaria nevadensis, la amapola de Sierra Nevada, la violeta de Sierra Nevada, rompepiedras, etc. De las 2.100 especies de plantas existentes en Sierra Nevada 77 son endémicas exclusivas. En las altas cumbres a partir de los 3.000 metros, sólo los piornos crecen como representantes del estrato arbustivo (con porte almohadillado a modo de iglú natural), el resto son plantas herbáceas. Como adaptaciones botánicas a la alta montaña, las hojas son casi eliminadas para reducir la superficie de la planta expuesta a la pérdida de agua mediante transpiración, además de otras estrategias como el desarrollo de rosetas, la capacidad de rebrotar desde el cuello de la raíz, reducir la actividad (musgos y líquenes fundamentalmente), almacenar agua, realizar la fotosíntesis por el tallo en lugar de las hojas, aparición de espinas, de cubiertas de pelos blancos que reflejan la radiación solar, etc. Por supuesto, ni  rastro de los árboles, qué no suben más de los  2.400 metros de altitud en Sierra Nevada. En la alta montaña encontramos ecosistemas tan interesantes como los roquedos, los pastizales, las lagunas, los borreguiles, enebral-piornal, etc.
 
Bajando del Mulhacén. Al fondo, el Veleta
Más sorprendente aún resulta la adaptación mostrada por los insectos para sobrevivir en estas condiciones de elevada radiación solar, gran cantidad de nieve, bajas temperaturas invernales y altas temperaturas estivales, ventiscas, etc. Ser capaz de reducir al mínimo la actividad puede ser la diferencia entre sobrevivir o no en las altas cumbres, y eso los insectos lo saben bien. A la reducción del periodo de actividad, se unen otras estrategias como el favorecimiento de formas melánicas y redondeadas; las alas no son necesarias para desplazarse ni cambiar de hábitat, tampoco para huir de depredadores (casi inexistentes en estas altitudes). Las formas ápteras (sin alas) son otra ventajosa adaptación. El mimetismo si es más necesario como estrategia defensiva. Buenos ejemplos adaptativos son los endémicos Eumigeus rubioi (saltamontes), Baetica ustulata o la mariposa Apolo de Sierra Nevada. Algunas de las especies endémicas de las cumbres de Sierra Nevada. El espacio natural cuenta con 80 endemismos exclusivos.
Mariposa Apolo de Sierra Nevada

Fruto de estas adaptaciones morfológicas, cromáticas, fisiológicas y reproductoras es el intenso proceso de especialización que se traduce pues en un alto número de especies y subespecies endémicas de flora y fauna.

Las cumbres de Sierra Nevada son además una lección al aire libre sobre glaciarismo, pues a este proceso deben su morfología. Su origen se debe a la presencia desde el último 1,7 millón de años, de masas de hielo que han modelado la roca del paisaje arrastrando los detritus hacia cotas inferiores: circos glaciares y su continuación en valles en U y elementos asociados como las morrenas o, siempre mucho más fotogénicas, las lagunas de alta montaña que ocupan el fondo de las cubetas glaciares: La Caldera, Laguna Larga, Laguna de Aguas Verdes, antigua Laguna de las Yeguas, etc.

Entre los circos glaciares más espectaculares son Río Seco y Siete Lagunas en la vertiente sur y Corral del Veleta y Valdeinfierno (Puntal de la Caldera) en la cara norte. Lanjarón y Río Veleta son dos magníficos ejemplos de valles en U. Otros glaciares son Vacares (cara norte Alcazaba), Valdecasillas (cara norte Mulhacén) o el Glaciar Guarnón (cara norte Veleta).


Allí arriba, sobre la roca de los esquistos metamórficos la acción del hielo crea cascajares, rocas aborregadas y estrías glaciales se mueven como pez en el agua las cabras montesas, que cuentan en Sierra Nevada con la mayor población mundial de la especie. Otro atractivo más en una jornada en la que éstos se suceden.