En las estribaciones orientales de la
Cordillera Pirenaica, allí donde la gran barrera montañosa que separa Francia y
España envolviendo Andorra, apenas acaba de levantarse y el olor a mar envuelve
el ambiente hay reductos de una vegetación más propia de climas atlánticos y
europeos: los hayedos. El haya (Fagus
sylvatica) es un árbol extraordinariamente exigente en cuanto a humedad
ambiental, no tanto en cuanto al suelo –pues es capaz de crecer en fisuras de
rocas-, pero sus altos requerimientos de humedad son soportados por muy pocas
especies. Gracias a la disposición de sus hojas captan la humedad y la lluvia
conduciéndola por su tronco liso hasta el suelo, encharcando el sustrato. El
haya, en su paso por la vida formando bosque, encuentra muy pocos compañeros de
viaje. Son bosques generalmente monoespecíficos con pocas plantas acompañantes,
normalmente herbáceas.
En plena Costa Brava, el paraje natural de interés nacional de la Albera ofrece algunos enclaves que reúnen las
características necesarias para el crecimiento de bosques de haya. Vale la pena
conocerlos ya que se trata, además, de los hayedos más orientales de la
península Ibérica.
La vertiente sur del macizo de la Albera
tiene dos zonas bien diferenciadas, la parte occidental donde crecen hayedos y
robledales humedales (sector Requesens-Baussitges) y la zona oriental donde la
influencia del mar Mediterráneo crea las características ambientales idóneas
para el crecimiento de una vegetación más xérica, mejor adaptada al sol y la
sequedad (sector Sant Quirze-Balmeta). Alcornocales y matorral mediterráneo
protagonizan la cobertura vegetal del lado oriental, hábitat por otra parte
idóneo para encontrar una joya animal como es la tortuga mediterránea (Testudo hermanni).
Sorprende en un espacio natural
relativamente pequeño encontrar la biodiversidad que existe en la Sierra de la
Albera (tramo pirenaico desde El Pertús hasta el mar): alcornoques, encinas,
tejos, robles pubescentes, hayas, castaños, arces de varias especies, abedules,
mostajos, robles albares, fresnos, alisos, álamos temblones, etc. y entre los
matorrales: madroños, acebos, enebros, jaguarzos, jaras, aulagas, brezos, etc.
Para acercarse a conocer los hayedos la
mejor época es el otoño, cuando lucen todo su esplendor cromático de amarillos,
ocres, naranjas y rojos. En verano el acceso está restringido como prevención
contra posibles incendios. Los más orientales son los hayedos que crecen en el
parte alta del barranco de Baussitges.
En cuanto a la tortuga mediterránea, una
visita obligada es el Centre de Reproducció de Tortugues de l’Albera de
esta especie existente en Garriguella. En este pequeño centro emplazado en el Santuario
de la Madre de Dios del Campo, se puede conocer todo sobre la tortuga
mediterránea, un auténtico fósil viviente, y el galápago leproso en este
equipamiento dedicado al estudio, reproducción y reintroducción de la especie
en su hábitat natural.
Otra visita imprescindible es al centro de
visitantes del espacio natural, situado en Espolla.
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