Pocas veces la toponimia de un lugar describe tan acertadamente lo que
un visitante se puede encontrar. Se trata de un pedacito leridano, antesala del
Pirineo, que se ubica en el municipio de Tremp.
Un valle encerrado en un gran anfiteatro montañoso, vertebrado por la cuenca
del río Noguera Ribagorçana, y en el que tienen cabida diferentes elementos
paisajísticos, desde las zonas llanas hasta las paredes calizas pasando por
conglomerados de roca que recuerdan a la montaña de Montserrat o bosques de
robles (robledal de Aulàs) y hayas (hayedo de Lleràs) en un mundo dominado
vegetalmente por las especies mediterráneas y también con presencia de flora
eurosiberiana e incluso boreoalpina.
Es un rincón del mapa al norte del Pont de Montanyana, de marcado
ambiente rural con sus habitantes dedicados a las actividades ganaderas y
agrícolas, al que la mayoría de los escasos visitantes llegan en busca de los grandes
señores del cielo: las aves rapaces. Un lugar donde vivir la experiencia en la
naturaleza de toparse con los grandes buitres de las montañas catalanas (quebrantahuesos,
buitre leonado, alimoche y con suerte el buitre negro), además de la presencia
de águila real, milano real y milano negro, entre otras aves. El milano negro y
el alimoche son especies que se pueden ver en primavera-verano.
Geográficamente el valle de los
Buitres es la cuenca enmarcada por la sierra de Sant Gervàs al norte, las
sierras de Gurp y Castellet al este, la sierra de Gaia al oeste y el Montsec
d’Ares al sur. Popularmente este territorio es conocido como La Terreta y se puede recorrer mediante
una ruta circular de 30
kilómetros (vehículo, btt o a pie) que va adentrándose
en los principales ambientes del valle. Su visita suele quedar eclipsada por
espacios tan sobresalientes como el Montsec (y el Congost de Mont-rebei) al sur,
o el parque nacional de Aigüestortes y Estany de Sant Maurici (Valle de Boí) al
norte, pero a pesar de tan ilustres vecinos, no paséis por alto la oportunidad
de recorrer este tranquilo valle.
El punto de referencia para el inicio y el final de la ruta es el Pont
d’Orrit, junto a la N-230, muy cerca del Pont de Muntanyana, en el límite con
la provincia de Huesca. La primera parada indispensable es La Torre de Tamúrcia. En esta pequeña población se encuentra la Casa dels Voltors, un pequeño museo
dedicado a los buitres (con webcams incluidas) y se goza de unas fantásticas
vistas sobre los paredones calizos de la Sierra de Sant Gervàs. Es dominio de
las rapaces y otras aves rupícolas, como también lo es la pared de Turmeda, al
final del recorrido (Sapeira). Por el camino se suceden las tranquilas aldeas
de montaña, los miradores (collado de Torogó, del Castillo, etc.), los puntos
panorámicos por doquier en una ruta panorámica de por sí, y sorprendentes
enclaves como el hayedo de Lleràs (en el collado de Castellet), o el vasto
robledal de Aulàs. Abundan también las zonas de cultivo, de forma que las
posibilidades de observar aves de diferentes ambientes se multiplican.
Al hilo de este spot de birdwatching, otro de esos enclaves mágicos
para el encuentro con las grandes rapaces es el espacio natural de la Montaña de Alinyà, en el Alt Urgell,
cerca de Organya (al este de Tremp). Allí se pueden ver con relativa facilidad
los cuatro buitres ibéricos: quebrantahuesos, buitre leonado, alimoche (en
primavera-verano) y con más suerte, alguno de los 30 buitres negros que existen
a día de hoy en el Pirineo y Prepirineo (localizados sobre todo en el Boumort y
la citada Muntanya de Alinyà). En Alinyà pasé una mañana en grande disfrutando
de la presencia de cientos de buitres y le dedicaré en breve el post que bien merece.
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Los alimoches están presentes en primavera y verano. |
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