Páginas

lunes, 6 de abril de 2015

Experiencias en el parque nacional Monfragüe

Salto del Gitano desde el Castillo de Monfragüe

El parque nacional de Monfragüe (Cáceres) es una de las mejores representaciones de bosque y matorral mediterráneo de la península Ibérica. Asociados a este ecosistema, una serie de hábitats suponen el hogar perfecto para una larga lista de animales. En el aspecto faunístico, las aves destacan sobremanera, hasta el punto de convertir a este espacio natural extremeño en referencia internacional para birdwatching. Pocos lugares en el Viejo Continente superan la importancia de Monfragüe para el grupo de las rapaces y otras aves, con la mayor colonia de buitre negro del mundo y la presencia de rapaces tan sobresalientes como el águila imperial ibérica, el búho real, el elanio azul, el alimoche, el águila real, la culebrera europea, el águila perdicera, y una nutrida población de buitre leonado.
Monfragüe alberga la mayor población de buitre negro del mundo

Monfragüe es uno de los spots de birwatching de importancia internacional

Monfragüe es un parque de fácil acceso cuya orografía está marcada por la presencia del Tajo y del Tiétar. Resulta sencillo llegar hasta los principales miradores acondicionados: La Báscula, La Higuerilla, La Tajadilla, La Portilla del Tiétar,  etc. o, el más célebre de todos, el Salto del Gitano, son enclaves de obligada visita. Uno puede pasarse horas ensimismado frente a la pared rocosa del roquedo escudriñando, prismático en mano, cada rincón y cada repisa rocosa en busca de los buitres, tratando de encontrar al halcón peregrino o al búho real... Sabiéndose privilegiado por estar disfrutando de una experiencia inolvidable. O mejor aún, puede convertir esa experiencia en única haciéndola en compañía de las empresas locales que harán no sólo mucho más enriquecedora la visita, sino que permiten un verdadero compromiso ecoturístico contribuyendo al desarrollo local. Son las experiencias que propone Soy Ecoturista y sus miembros asociados. Aquí os dejo más información sobre ellas, que van desde cursos de observación e identificación o fotografía de aves hasta experiencias para disfrutar en familia y enfocadas tanto para principiantes como para aquellos que están más duchos en materia ornitológica.
Mirador del Salto del Gitano
La Fundación Global Nature trabaja en la recuperación de dehesas en Monfragüe

A Monfragüe se viene sobre todo a ver aves (méritos contrastados tiene como digo para que así sea), pero éstas se pueden conocer también a través de sus cantos o, dejando de lado por un momento este pedacito del cielo cacereño, fijando la vista en el suelo podemos descubrir la interesante presencia de anfibios, o conocer de primera mano la excelente gastronomía local. De igual forma, conocer también la avifauna acuática presente en los alrededores del parque donde se localizan humedales como el embalse de Talaván, el embalse del Tozo, etc., o conocer los proyectos de conservación de la Fundación Global Nature en la zona. También esto es posible con las experiencias mencionadas. Vivencias que se disfrutan no sólo desde el momento en el que se coge el prismático o la cámara de fotos, sino antes de llegar, desde el preciso instante en el que se elige el alojamiento.
Águila Imperial Ibérica y buitres leonados en el roquedo de la Portilla del Tiétar.
Con la primavera llegan también los alimoches para criar en el parque

Os animo desde estas líneas a sacar el máximo provecho de la visita a un parque nacional sin parangón como es Monfragüe y volver a casa habiendo vivido una experiencia única en lo natural y en lo personal, contribuyendo al desarrollo local. Siendo un buen ecoturista, en definitiva.
El Tajo y Cerro Gimio

En los próximos meses iré trayendo al blog algunas experiencias con similar filosofía ecoturística en otros espacios naturales. 

martes, 24 de marzo de 2015

Estero de Domingo Rubio


Eclipsado por sus dos vecinos naturales más ilustres, como las Marismas del Odiel -también en la bahía de Huelva- y Doñana, el Estero de Domingo Rubio (Palos de la Frontera, Moguer) es un paraje natural ameno  e interesante con motivos sobrados para pasar una agradable jornada de birdwatching.
Garcilla cangrejera

Este importante humedal onubense está muy vinculado además con ambos espacios, especialmente en época migratoria para las aves. Incluso el lince ibérico llega hasta la zona en su dispersión desde el espacio natural Doñana a lo largo de este corredor verde.
El estero se encuentra junto a la desembocadura de los ríos Tinto y Odiel e influenciado directamente por las mareas del océano Atlántico y el aporte hídrico de arroyos como los de Juana Ruiz, del Príncipe, o de Juan Delgado. 

El Estero presenta tres ambientes diferenciados como marisma, tramo medio y tramo alto (lacustre). En total 480 hectáreas de naturaleza a tiro de piedra del monasterio de la Rábida y de Huelva capital.
Cormoranes

Probablemente su visita ecoturística más espectacular puede llevarse a cabo a través del llamado sendero del Molino por la margen del Estero, con muy poca afluencia de visitanntes, algún observatorio ornitológico y casi permanentes panorámicas sobre el humedal. El sendero (pista) atraviesa también zonas de pinar de pino piñonero con lentisco, idóneas para encuentros con el lince ibérico. Quien sabe… También podemos toparnos con sus dos competidores principales: meloncillo y zorro, o el jabalí. Junto a la orilla, crecen los carrizos y espadañas, escondite perfecto para la nidificación del calamón, las gallinetas o pollas de agua, las fochas, garcillas cangrejeras, avetorillos, etc. Es igualmente el terreno propicio por el que las nutrias se adentran cada noche en busca de peces y cangrejos. Si falta la comida, éstas no dudan en alimentarse de huevos o incluso algún ave sorprendida en la complicidad de la noche. En las aguas se sumergen zampullines chicos y somormujos lavancos, nadan cormoranes para después extender sus alas al sol para secarlas, carentes del pigmento secretado por la glándula uropigial que impermeabiliza las plumas del resto de las aves.
Quien sabe.... igual te puedes topar con el lince ibérico...

En la marisma, donde dominan plantas como la espartina, aguardan sobre todo aves. Limícolas, ardeidas, láridos… Entre la larga lista de aves que se pueden observar en el Estero de Domingo Rubio citar el ibis morito (morito común), fumarel cariblanco, charrancito, garza imperial y real, Martín pescador, abejaruco, silbón europeo, focha moruna, porrón común, rascón, etc. Lo dicho, un lugar que bien merece una visita de al menos media jornada. Mi última visita la hice en compañía de Daniel Calleja, guía de Babel Nature (655305201), ambientólogo, buen comunicador y gran compañero de campo. Sin duda una de las mejores formas de conocer el Estero de Domingo Rubio y otros espacios naturales de la provincia de Huelva. 

sábado, 14 de marzo de 2015

Navegando la desembocadura del río Guadiana

El agua es vida. Muy pocas son las provincias españolas que cuentan con la desembocadura de un gran río en su territorio. No digamos de dos. Huelva cuenta entre sus privilegios naturales albergar los últimos kilómetros del curso  bajo de dos ríos de la talla del Guadalquivir y del Guadiana, con más de 650 kilómetros de recorrido el primero tras su nacimiento en la Sierra de Cazorla, Segura y Las Villas, y con casi 750 kilómetros de longitud el segundo tras su afloramiento castellano-manchego. Digo afloramiento porque podemos establecer un primer nacimiento en las Lagunas de Ruidera (una deliciosa hilera de lagunas entre Albacete y Ciudad Real, o bien contabilizarlo a partir de su afloramiento a superficie en los Ojos del Guadiana (Villarrubia de los Ojos, junto a las Tablas de Daimiel), después de un recorrido subterráneo al desaparecer en las inmediaciones de Argamasilla de Alba.
Gaviotas reidoras tras la estela del barco
El pequeño puerto de Sanlúcar y al fondo la portuguesa Aleutím.

El río Guadalquivir reparte su desembocadura entre las provincias de Huelva y Cádiz tras dejar atrás tierras sevillanas y, junto a sus marismas forma el parque nacional Doñana. Los últimos 100 kilómetros del Guadiana, por su parte, sirven de linde fronterizo entre Portugal y España. Este tramo de curso bajo del Guadiana es navegable en los últimos 70 kilómetros hasta la desembocadura, entre Ayamonte, en Huelva, y la portuguesa Vila Real de Santo Antonio. Y allí me fui, a navegarla a bordo del barco que realiza la travesía entre el puerto de Ayamonte y Sanlúcar de Guadiana los fines de semana entre mayo y septiembre. Frecuencia que alarga hasta hacerlo casi a diario en pleno verano. Es un crucero fluvial de 3 horas de duración (en sentido subida) y se realiza (en función de la demanda) en la línea del calendario comentado (confirmar disponibilidad con su patrón Juan en el 652 525 168).  
Ayamonte, punto de partida

El río Guadiana forma un estuario y una zona de marismas asociada (el Paraje Natural de las Marismas de Isla Cristina en la parte española y la Reserva Natural do Sapal de Castro Marim e Vila Real de Santo Antonio en territorio luso) que si bien no tienen la concentración y biodiversidad de aves presentes en las vecinas Marismas del Odiel o del Guadalquivir, son sin duda una delicia para observar plácidamente, desde la cubierta de este barco. El recorrido permite ser testigo de cómo el paisaje fluvial cambia a medida que nos adentramos río arriba, cómo la gran anchura de la desembocadura donde las aguas del Guadiana son ya más saladas que dulces al tocar el Atlántico se va estrechando y su silueta entre suaves colinas se va estilizando a medida que las zonas de espartinas, almajos, juncos, castañuelas, etc. van siendo sustituidas por ecosistemas de carácter más forestal, como es el bosque mediterráneo con su matorral asociado que en algunos tramos está casi intacto.
Nada más comenzar, se pasa bajo el puente internacional en Ayamonte.

Limícolas y anátidas son una constante en los primeros kilómetros de recorrido. La presencia de cormoranes que nadan tranquilos antes de acometer el despegue aleteando y dando grandes “zancadas” sobre la superficie del agua al paso del barco, es también habitual compañero de viaje. También garzas y espátulas. A medida que remontamos el río, la salinidad se va retirando de su cauce y las orillas se van volviendo algo más dulces, aunque la influencia de las mareas se deja notar muchos kilómetros arriba. Los carrizos y las playas fluviales empiezan a hacerse presentes. Muy pocos pueblos y pocas construcciones hasta llegar a Sanlúcar. Sólo algún cortijo de envidiable ubicación. 
Los limícolas son abundantes en este tramo del curso bajo del Guadiana.

Charranes y gaviotas se divierten tras la estela del barco, se lo pasan bien mientras la embarcación con su avance les proporciona alimento. Pasan minutos suspendidos en el aire, volando casi encima de la nave, hasta que en la estela emerge la silueta de algún pequeño pez. Es el momento de dejarse caer en picado para atraparlo y remontar vuelo para volver a situarse a la cola de lo que parece ser un pelotón ciclista que avanza pedaleando contra el viento. La captura del pescado les sirve para darse relevo a la cabeza de la estela. Y así, disfrutando desde la cubierta del barco que si bien no tiene el recorrido destinado a fines ecoturísticos ni ornitológicos, si es la excusa perfecta para navegar un río como el Guadiana en un tramo bien conservado, y es el medio de transporte idóneo para descubrir un rincón onubense muy muy poco conocido, incluso por los propios onubenses. Vale la pena reservar media jornada para vivir la experiencia fluvial remontando los últimos kilómetros del cuarto río más importante de la península Ibérica. Hace años que ronda la idea de la creación de un parque natural internacional del Bajo/Baixo Guadiana. Méritos no le faltan. Sólo en la parte andaluza hay cinco LICs de la Red Natura 2000.  Aquí nadan especies piscícolas migratorias de gran importancia como el esturión o el endémico jarabugo.
Llegando a la hermosa localidad de Sanlúcar de Guadiana, en Andévalo.


No hay mejor final de travesía que Sanlúcar de Guadiana, un precioso pueblo encalado de la comarca del Andévalo, coronado por el castillo de San Marcos y en cuyo pequeño casco urbano sobresale la iglesia de Nuestra Señora de las Flores. En la otra orilla, Alcoutím realza la belleza de esta postal fluvial. Ambas poblaciones viven muy ligadas, sus habitantes cruzan a diario en embarcaciones e incluso a nado entres sus puertos y playas fluviales. Los más aventureros lo hacen por el aire, a través de la única tirolina internacional. Curioso. Yo lo hice navegando. Llegué a Sanlúcar con las últimas luces de la tarde, en esa mágica y fotográfica hora azul. Otro privilegio más.

sábado, 28 de febrero de 2015

Río Tinto, el fluir de los colores

En la tierra de la luz, de los colores y de los contrastes, donde el cromatismo es la razón de ser de su bendecida naturaleza, hasta los ríos son de colores. En la tierra donde el rojo, con sus diferentes tonalidades, está presente en sus fresas, en sus flamencos, en sus jamones…, es el color que tiñe también uno de los ríos más emblemáticos de Huelva: el Río Tinto.

Y, como emulando los diferentes vinos del Condado de Huelva, el curso fluvial engalana sus tonos rojos del escarlata al carmesí, pero también amarillos, naranjas y dorados que, lejos de teñirse al amparo de la cuenca minera que ha hecho mundialmente conocido al río Tinto, el curso de agua emana de la tierra ya con el color adquirido. El río ya era tinto antes de la llegada de los romanos, los primeros que se interesaron por la minería en esta zona al sureste de la sierra de Aracena. El color no es pues fruto de contaminación por la actividad minera sino por brotar desde el interior de la fosa de pirita más grande de Europa y una de las mayores del mundo (perteneciente a la Faja Pirítica Ibérica).
Corta de Peña del Hierro

Una vez en superficie, donde nace en la Peña del Hierro y se alimenta fruto de la unión de tres regatos en las inmediaciones de este yacimiento en la sierra de Padre Caro (Nerva), el río serpentea por el relieve onubense durante un centenar de kilómetros en busca del Atlántico. Antes de rendir tributo al océano, el Tinto vierte sus aguas al  río Odiel en la Bahía de Huelva dando lugar a un puñado de marismas que bien han merecido su designación como Reserva de la Biosfera.
Las aguas tienen un pH muy ácido y están cargadas de metales

Piritas y calcopiritas, sulfuros de metales pesados como hierro y cobre, son los responsables de tan singular color. Como cabe de esperar en un ambiente de pH muy ácido, como es el agua del río Tinto, las condiciones no son las mejores para que la vida se desarrolle. Al menos la vida entendida como seres superiores. En el río no hay peces, ni ningún otro vertebrado. Si abundan (y mucho) las bacterias y los hongos (miles de especies), los organismos unicelulares y pluricelulares; los microorganismos quimiolitótrofos que crecen oxidando materia inorgánica. Pero es esa vida la que hace único a este río en el planeta, pues es precisamente la proliferación de jarosita (sulfato de hierro, potasio y sodio sintetizado a partir de agua con pH muy ácido y altos contenidos metálicos), la que le ha puesto en el punto de mira de la ciencia internacional ¿Por qué? porque la jarosita es el mineral encontrado en Marte por el robot Opportunity de la NASA.

Sobre la historia productiva y extractora de esta cuenca minera se ha escrito mucho. Su pasado británico (Riotinto Company Limited), el barrio de Bella Vista del pueblo de Riotinto que forjó no sólo la historia minera de los yacimientos, sino la llegada a nuestro país del fútbol, el golf o el tenis. El llamado “barrio inglés”,  y el parque minero bien merecen una visita desde luego. Para descubrir la historia y mil y una anécdotas del primero nada mejor que hacerlo de la mano de Field work Riotinto. Para el segundo, tras una visita al museo minero, lo mejor es la visita del parque in situ.
Tren turístico en la estación de partida

Como digo (si me permitís un sencillo juego de palabras), sobre la historia del parque minero se han escrito “ríos de tinta” y el responsable es el río Tinto, sobre el que quiero centrarme hoy. Además del mencionado museo, tres son las formas principales de visitar el parque minero: el yacimiento de Peña del Hierro, visitando el propio río o viéndolo desde el tren turístico. Todas guiadas y con magníficas explicaciones. Las tres diferentes y las tres interesantes; todas con las aguas del río como protagonista.
Galería en Peña del Hierro

Peña del Hierro, donde nace el río
Peña del Hierro es un enclave único (declarado Paisaje Protegido) donde nace el río Tinto. Apenas doscientos metros de galería que se recorren a pie separan al visitante del primer contacto visual con las aguas de tan curiosos colores. Es la enorme cubeta al aire libre (corta) donde la extracción ha dejado al descubierto paredes de colores no menos llamativos. Además de esta barandilla a nivel freático, un mirador acondicionado permite una visión más cenital desde la parte alta de la gran fosa. Si cuando lo tengáis delante de vuestros ojos os resulta extraño, no desesperéis. No es extraño, es que directamente es extraterrestre. Como antes apuntaba, si algún lugar fuera de la Tierra tuviera algún parecido con esto, ese sitio es el planeta Marte. O dicho de otro modo, las condiciones de “vida” en Marte deben parecerse mucho a las del río Tinto (análogos marcianos, lo designan los expertos). Esto no pasó inadvertido para la NASA a raíz del descubrimiento de la jarosita y no ha dudado en establecer aquí el mejor laboratorio marciano posible. Por ejemplo realizó aquí su proyecto Marte para tomar muestras y simular el trabajo del Curiosity cuando éste llegase a la superficie del planeta rojo en busca de vida. El mismo rover Curiosity que se posó en el cráter Gale de Marte, antes estuvo aquí entrenando. O más recientemente el Eurobot de la Agencia Espacial Europea.

El tren turístico
Una visión diferente es la que se obtiene desde la ventanilla de época (s. XIX) del tren turístico que recorre la mina a lo largo de 12 km. como parte del trazado que antaño hiciera el ferrocarril minero hasta el puerto de Huelva. Un domingo al mes lo hace impulsado por una locomotora de vapor. Una nota común flota en el ambiente de cada vagón, la cara de incredulidad de los visitantes ante la magnitud de las infraestructuras del yacimiento y, sobre todo, la belleza del río. Una experiencia  minera también fuera de órbita (las de los ojos) ante tal cantidad de colores imposibles, los del río por un lado y el complemento cromático del verde de los pinos y el azul del cielo. ¡Fantástica postal!

Pinos y algunos eucaliptos –especies alóctonas- monopolizan la vegetación de la cuenca minera por ser plantadas por los británicos sabedores de que en un suelo tan ácido  sólo éstas eran capaces de crecer en estas tierras repletas de minerales.

El tren realiza un recorrido guiado de una hora y media ida y vuelta. Las vías van paralelas al río (dejándolo a la izquierda), que poco a poco empieza a verse cercano y cada vez con más caudal, sobre todo a partir de la estación de las Zarandas hasta llegar a la estación de Los Frailes, donde se puede bajar hasta la orilla y tocar el agua. Fin del trayecto. Y de este post a caballo entre dos planetas.

domingo, 22 de febrero de 2015

Gruta de las Maravillas, por las tripas acuáticas de Aracena

Pisolitos en la sala conocida popularmente como Salda de los Cristales
“Veo cosas maravillosas”. Estas fueron las famosas palabras que pronunció Howard Carter cuando, el 26 de noviembre de 1922, al introducir la luz de la llama de su lámpara por el pequeño hueco abierto en la pared de la tumba intacta de Tutankamón, sus ojos quedaron fascinados por los destellos dorados y reflejos que las piezas del tesoro del joven faraón egipcio producían tras 3.000 años de secreto. Y cosas maravillosas son las que esperan al visitante que cruce el portalón de la calle del Pozo de la Nieve s/n, en la localidad onubense de Aracena porque, tras la puerta de madera con aspecto de un portal más de la citada calle, se encuentra en realidad la entrada a la Gruta de las Maravillas, el tesoro natural de la Sierra de Aracena.
El Gran Salón
Estalactitas

Aquí las cosas maravillosas son estalactitas, salas, estalagmitas, lagos, gours -bañeras o charcos en el suelo de la cavidad-, coladas, pisolitos o bolas calcáreas  en los lagos o charcas, columnas –formadas por la unión de una estalactita y una estalagmita-, excéntricas -estructuras de caprichosas formas estrelladas o de erizo-, etc. elementos y formaciones con el agua y la roca calcárea como protagonistas. Y es que las tripas de Aracena están repletas de agua, como el resto de una sierra que da de beber a muchas poblaciones andaluzas, incluida la capital sevillana.


La Gruta de las Maravillas es una cueva de desarrollo horizontal con tres niveles, el más profundo a 100 metros bajo tierra. Se trata de un auténtico espectáculo visual modelado en las entrañas marmóreas del Cerro del Castillo que desde hace un siglo se muestra a los incrédulos ojos del visitante que, como el arqueólogo Howard Carter en el valle de los Reyes, no dan crédito de cuanta belleza tienen delante.


El emblema geológico del parque natural de la Sierra de Aracena y Picos de Aroche fue la primera cueva abierta al turismo en España (1914). La visita turística abarca algo más de la mitad de la longitud de la cueva, en concreto 1.200 metros de sus 2.130 m. de longitud, que se recorren aproximadamente en 45 minutos. La Sala de las Galerías, el Gran Salón, la Sala de la Catedral, el Baño de la Sultana, la Sala de la Esmeralda y Cristalería de Dios, la Sala de los Garbanzos o Los Desnudos, son sus principales atractivos. 

Las que más me impresionaron fueron el Gran Salón por sus descomunales dimensiones, que se observan perfectamente desde el fondo de la sala a medida que ascendemos para regresar al primer nivel, y la sala de la Esmeralda y Cristalería de Dios, con pisolitos de grandes proporciones bajo un agua cristalina magníficamente iluminada.



El mundo tuvo que esperar 3.000 años para contemplar el tesoro de Tutankamón, nosotros sólo 45 minutos para quedar rendidos ante tanta belleza subterránea.

sábado, 14 de febrero de 2015

Ruta del Molino de Molemocho, en las Tablas de Daimiel

El pasado día 2 de este mes se celebró el Día Mundial de los Humedales. El año pasado por estas fechas cinco nuevos humedales se incorporaron a la lista Ramsar: Ría de Villaviciosa (Asturias), las lagunas de Campotejar y de Las Moreras (Murcia), las saladas de Sástago-Bujaraloz (Zaragoza) y los Tremedales de Orihuela (Teruel); así que ya tenemos 73 humedales dentro del convenio Ramsar que ocupan una extensión total de casi 297.000 hectáreas.

Los dos primeros humedales en ser declarados en España (1982) fueron Doñana y las Tablas de Daimiel, y en el segundo es donde me quiero detener hoy.


Existen varias rutas para visitar este ecosistema de tablas fluviales que un día fuera abundante en el centro de la península y que hoy se muestra espléndido y lleno de vida en el espacio natural que mejor lo representa.

 ¿Cuál proponeros? Pues quizá la última en incorporarse a las rutas de uso público del parque. Se trata de la ruta del Molino de Molemocho. Un corto y cómodo paseo señalizado con el color magenta (frente a las rutas amarilla, azul y roja). El recorrido desde el aparcamiento hasta el molino, como puede verse bien en el mapa del parque nacional editado por el CNIG y Parques Nacionales, es de apenas 500 metros y transcurre sobre una pasarela de madera. En su inicio ofrece una buena panorámica de conjunto sobre la laguna Permanente y la Madre del Guadiana.


La bienvenida al molino nos la da el imponente puente de cuatro ojos que salva el río para conducirnos por su pétreo empedrado hasta la puerta del molino de Molemocho, uno de los molinos hidráulicos harineros más antiguos de Castilla – La Mancha. Una excelente obra de rehabilitación del conjunto formado por el edificio y el puente permite al visitante imaginarse cómo debió ser esta gran obra en su mejor momento. En el interior (que puede visitarse bien de forma libre o guiada pero siempre de acuerdo con el Centro de Visitantes del Parque), se encuentra una exposición sobre la vida en Las Tablas y los diferentes aspectos de la relación hombre-agua.


En el exterior del molino una barandilla de madera sirve de observatorio ornitológico sobre la zona inundada en la que nadan zampullines, somormujos, cercetas, azulones, patos cuchara, porrones… y un buen número de ánsares como los de las imágenes. Cerca, en las orillas, suelen permanecer apostadas cigüeñas y garzas.

domingo, 8 de febrero de 2015

Cabañeros. Ruta de La Encina

En una de las zonas más bellas del parque nacional de Cabañeros (Ciudad Real), los Navalucillos, se localiza la cascada del Chorro, su principal atractivo. Justo a la entrada del valle, muy cerca del inicio de la ruta hasta el Chorro de Los Navalucillos, existe una sencilla ruta senderista (paseo incluso por su nula dificultad) que conduce hasta “La Encina”, como todo el mundo conoce en la zona.





Desde la caseta de información del parque nacional y la cancela que restringe el acceso con vehículo privado por la pista que se adentra garganta arriba hacia el Chorro, compartimos los escasos primeros cien metros del recorrido para tomar la bifurcación a la derecha y ascender ligeramente por la pista. Avanzamos entre un mar de jaras coincidiendo con el límite del parque nacional hasta algunos ejemplares de encina de gran tamaño. Se llega enseguida (15 minutos) y el primero que nos recibe, es el más vetusto de todos. Una encina enorme, de porte majestuoso, una copa descomunal y numerosas ramas de gran grosor denotan que se trata de una encina centenaria. Milenaria diría yo. Es un árbol singular. Y como siempre que estamos ante uno de estos viejos árboles cuyo perímetro troncal es más que sobresaliente asalta la misma pregunta ¿Cuánta gente hace falta para rodear el árbol con las manos entrelazadas? No lo he probado (es lo que tiene estar en ese momento sólo dos personas) pero seguro que unas cuantas. A ojo 4-5. Medidas aparte, la ruta de La Encina es un agradable paseo por una de los recorridos menos frecuentados de Cabañeros. Monte mediterráneo en estado puro. Tumbarse a la sombra de este chaparro no tiene precio…